Cartagena fué nuestra puerta de entrada al caribe

De Medellín directos a la terminal, 16 horas de bus y llegada a Cartagena, donde nos gustó mucho la ciudad amurallada, nos tomamos un buen cafetito, compramos ropa chula en Tennis, comimos pescadito en La Cocina de Dorotea y otra vez a la terminal para ir a Santa Marta. Después de varias horas de demoras por cerrar la vía (una manifestación violenta en Barranquilla), ver tres películas repetidas, escuchar y rezar con una abuela que le podían dar el Oscar a la mejor actuación del viaje y que Pepitu estuviese a punto de matar al niño que tenía al lado, llegamos pasada la medianoche, tomamos un taxi, y nos fuimos al albergue La Brisa Loca. 25.000 COPS en hab. de 6, música a toda hostia, nos tomamos la cervecita de bienvenida y dos más, esa fue nuestra cena, acabando en la terraza con una colombiana artista de trastos reciclados, y una pareja de colombiana-argentino dopado que le costaba hablar debido a alguna sustancia aparte del alcohol que había ingerido y que desconocemos.

Al día siguiente nos fuimos con “El Primo” a Bahía Concha, un bonito lugar a disfrutar por fin de LA PLAYA, ¡¡¡que después de un añito sin ella ya está bien!!! Hicimos snorkel, sólo con gafas, encima de una zona de coral y peces espectaculares. Pasamos el día en posición hamaca y con la cerveza en la mano, ¿qué más se puede pedir? El trayecto de ida y vuelta se hace pesado, es un camino complicado, pero el lugar merece la pena, aunque te cobran 5.000 COPS de entrada. A la vuelta conocimos a la mujer del Primo y su bebé de meses.

 

Por la noche nos homenajeamos en el restaurante el Lulo, un lugar recomendado por la recepcionista loca del hostel. Alejandro montó un pollo porque pretendían ponernos a los cinco en una mesa de cuatro, y nos pusieron dos mesas. Cenamos, nada resaltable como para decir guau, pero bien.

En el Lulo

 

Al día siguiente nos fuimos al Parque Nacional Tayrona, una reserva natural con playas de  postal, aunque quizás demasiados visitantes. Hay que andar una hora y media desde donde te deja la buseta, en la entrada del parque, hasta llegar a Cabo San Juan de Guía. Por el camino nos bañamos en la playa La piscina. Una vez en Cabo San Juan, por los pelos encontramos carpa (tienda de campaña), la comida muy floja, tanto el pollo como la pasta (el pescado tenía mejor pinta, pero era muy caro). Al día siguiente, nos decidimos por la playa Brava, una nudista donde no había nadie. También aprovechamos para ir aplaya Caimán, de las más bonitas y vírgenes que nos hemos encontrado, en pelotas y solos. Los chicos se fueron a Pueblito, una hora y media de pura subida de rocas donde había ruinas de la antigua civilización tayrona, y Alejandro se quedó solo en el paraíso, leyendo y desnudo, una sensación total de libertad. Por las noches no faltaba el Jungle Speed, un juego de cartas que nos hacía pasar el rato muy a gusto. La segunda noche dormimos en las hamacas del mirador, para ver el amanecer.

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https://www.youtube.com/edit?video_id=q3qC-OkpeYs&video_referrer=watch

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